¡COMPARTIENDO EL DOLOR!
Lloremos con los que lloran... Ro 12:15
Jesús lloró Jn 11:35
Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación Mt 5:4
Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán Sal 126:5
Les escribí con gran tristeza y angustia de corazón, y con muchas lágrimas, no para entristecerlos sino para darles a conocer la profundidad del amor que les tengo 2 Cor 2:4
No podemos consolar a los apenados sin haber sentido algo de su pena. Jesús sintió el dolor de la viuda de Nain mientras lloró por su hijo que había muerto. Levantó su hijo y lo personalmente le devolvió él a ella.
Me tocó el otro día sentir algo de la pena con una familia joven. Sentí la presencia de Cristo y su consolación.
Dirigí la fúnebre de una madre embarazada. Ella era bien joven, y murió junto con la bebe que ella llevó por 6 meses. Su marido y sus dos hijos pequeños ahora tienen que encontrar una vida sin ella. Los sentimientos de confusión y shock son normales en situaciones así. El Pastor abraza la totalidad de la crisis con la seguridad de que el amor de Cristo esta encima de todo.
No hay una forma de consolarlos a los dolientes ni predicar el sermón que da esperanza, ni coordinar la adoración sin haber sentido lo que siente la gente en el velatorio.
Esta vez sin embargo fue muy distinta la situación porque el velorio y el entierro coincidieron con mi cumpleaños. Dios me recordó que yo nací con la misión de pastorear el pueblo en todas circunstancias de la vida. De nuevo aprendí que mi vida no es la mía sino de El.
Los últimos 6 meses han sido quizás los momentos mas intensos y difíciles en mi vida. Yo pasaba tiempos de luto durante la muerte de seres bien queridos, yo veía el Señor ayudando la iglesia en momentos críticos y me sentí mi propia impotencia ante situaciones abrumadas las cuales todavía me sacuden. Que la cosecha de mis lagrimas (Sal 126:5) sea grande y un testimonio de la obra del Señor en mi vida y en los demás
El agotamiento de la fuerza personal tarde o temprano te quebranta y los Pastores no son libres ni exentos de tal agotamiento. En tiempos así no podemos hacer nada excepto a llorar.
¿Es posible ejercer ministerio pastoral sin llorar con los que lloran (Rom 12:5)? Solamente los asalariados pueden ministrar sin compartir el dolor de la gente quebrantada. El amor del Señor para su rebaño nos da el don de tener la compasión de llevar la carga de la persona. Un pastor sin embargo sabe por la gracia del Señor cómo encomendar las emociones y la lamentación de los acongojados a la pie de la cruz. No nos corresponde cargar lo que el Señor cargó en su muerte en la cruz.
Muchas veces el pastor tiene que controlar el flujo de emociones dolorosas dirigido hacia él y no sujetarse a tales emociones. Compartimos el dolor de la gente no con el fin de tener un club de lamentaciones sino con la sensibilidad de entender su situación y ayudarles en Cristo. Por eso el Pastor no puede mostrar públicamente su pena mientras él ministra a gente apenada, especialmente durante situaciones cargadas con emociones como una sesión de consejería o un entierro. Tenemos que ser objetivos y conducir el ritmo de servicios de entierros y sesiones de consejería hacia un fin fructífero en Cristo.